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Nombre del municipio: RESTREPO

 

Gentilicio: Restrepeños

 

Altura: Altitud media de 1,400 m.s.n.m.

 

Extensión: 135 Km2.

 

Temperatura: 18-21° C.

 

Población: 17.499 Habitantes. Aproximadamente.

 

Distancia en Km a Santiago de Cali: 90 Kilometros.

 

Caracteristicas Geográficas: El territorio en su mayor parte es Montañoso.

 

Rio(s)Principal(es): Rio Grande. Santa Rosa, Calimita, Calima

 

Actividad Económica Principal: Agro Industria, Agricultura, Ganadería.

 

Producto(s) Principal(es): Platano, piña, Caña Panelera, Frijol, Frutales, Maíz y Verduras.

 

Atractivo(s) Turístico(s): Zona Arqueológica,parque calima, Exposiciones Ganaderas y Agropecuarias, centro Vacacional la rochela, centro Vacacional nayare, Cercania al Mar, Cabalgatas, Reinado, Lago Calima,deportes náuticos Windsurf, Kitesurf, Sunfish, Lasser, Catamarán, Esquí Náutico, Motonáutica y Buceo

 

Artesanias: Exposiciones Arqueológicas.

 

Ferias y Fiestas: Fiestas Anuales en Diciembre y Fiestas Patronales en la segunda semana del mes de Julio.

 

Infraestructura Básica: Agua, Alcantarillado, Energía, Celular, Televisión, internet, 4 colegios, 29 escuelas, banco, hospital, parque recreacional y estadio.

 

Otros nombres que ha recibido el municipio: inicialmente, se llamó "La Culebrera". Posteriormente, se dijo el nombre de "El Conto" y finalmente, nuestro Municipio

HISTORIA

 

Fundación: 01 de diciembre de 1913.

 

Nombre de los fundadores: 

Julio Fernández Medina

Anselmo Rendón

Nicanor Grisales 

y colonos.

 

RESEÑA HISTÓRICA

 

La cordillera occidental vallecaucana, entre 1900 y 1940 fue ocupada paulatinamente por colonos antioqueños, caucanos, nariñenses y boyacenses; este proceso vino a ser llamado por los estudiosos del caso como colonización tardía. La fundación de Restrepo, en 1913, tuvo como preámbulo la colonización de los territorios de Calima y el Río Bravo. Estos asentamientos tienen, sin embargo, dos características importantes: los colonos son refugiados liberales de la Guerra de Los Mil Días que, desde Antioquia, han venido huyendo hacia el sur, en busca de protección y un mejor modo de vida, y por otra parte, en la constante colonización, la valorización de los terrenos del territorio del actual Restrepo, pertenecientes a Manuel Escobar Torres, Liborio Vergara y Julio Fernández Medina. Este último, al tener noticia de las intenciones de fundación de un pueblo por parte de los colonos liderados por el capitán Anselmo Rendón, ofreció los terrenos más quebrados, en el sitio conocido como El Tránsito. Esta forma de ayuda conllevaba, sin embargo, el interés personal del otorgante de los terrenos, pues intuía que poblándose la región, los terrenos suyos, aledaños al lugar de fundación se valorizarían. 

Durante los cuarenta años que duró la lenta pero persistente colonización en la región de Restrepo, un fenómeno aparentemente ajeno a la ocupación de la tierra ocurría al mismo tiempo. 

 

La zona había sido, desde cientos de años atrás a la llegada de los españoles, ricos asentamientos indígenas, cuya cultura vino a ser esclarecida sólo hasta después de la segunda de la segunda mitad del presente siglo. Hasta finales del siglo pasado incluso, la región de los Calima permaneció oculta; la colonización tardía habría de descubrirla lentamente y con esto se ponía en evidencia que el lugar permaneció escondido del voraz saqueo de los conquistadores españoles. Sin embargo, algunos colonos, por accidente, encontraron tumbas indígenas, ricas en objetos y piezas de orfebrería, trabajados en oro. Pese al secreto que quiso guardarse del hallazgo, la noticia corrió y pronto la región fue invadida por aventureros y buscadores de oro clandestinos, los cuales llegaron, incluso, a tener enfrentamientos con los colonos por los daños que ocasionaban en los cultivos, en busca de las ansiadas sepulturas. 

 

Con el oro acumulado, muchos de estos buscadores compraron mejoras a los colonos y establecieron como finqueros. Un grupo de guaqueros, conocido como los Rendones, encontraron una guaca en la finca de una señora llamada máxima, en la vereda La Italia; como era costumbre de la época, la guaca fue exhibida en la tienda de don Marcelino Betancourt, Una de las primera guacas que se hallaron en Restrepo, en el sitio conocido como El Alto, fue a raíz del entierro de un caballo; los trabajadores estaban excavando el hueco para sepultarlo, cuando de repente dieron con objetos y piezas de oro. La noticia se regó y en poco tiempo multitudes de gente estuvieron allí para admirarla; en esa misma zona se encontraron posteriormente más tumbas. 

 

Los principales guaqueros que aún recuerda la gente en el pueblo, fueron Ramón Montes, Luís Alfonso, Pablo y Antonio Rendón; incluso una mujer, a quien llamaban La Coneja, cuyo nombre era Judith.

 

Arquitectura de la colinización

 

Entre los pueblos vallunos de la cordillera no existen en realidad diferencias primordiales. Todos tienen la misma estructura ajedrezada con una plaza principal, casas, de bahareque con puertas y ventanas de madera calada, en donde se ha fundido magistralmente la guadua de la arquitectura indígena y la madera, herencia española, y los decorados en madera, como celosías y los más diversos adornos de las ventanas, con clara influencia árabe colada a través de los españoles. El templo, construido generalmente en el marco oriental de la plaza, igualmente es significativo en los pueblos de la cordillera occidental del Valle, aunque arquitectónicamente difiere y desentone estructuralmente de las demás construcciones. 

 

Durante los primeros días de la colonización, la vivienda se construía en la parte alta de una loma, desde donde se podía apreciar el paisaje y, vigilar y estar a la expectativa tanto de los nuevos colonos como de aquellos que, considerándose dueños de los terrenos ocupados, llegaban a sacar a los nuevos habitantes. Sin embargo, la vivienda debía estar cerca de arroyos, quebradas o manantiales para el abastecimiento doméstico. 

 

El manejo de los recursos del monte en la construcción de la vivienda requería de conocimiento acerca de las calidades y cualidades de las maderas de debían utilizarse: determinadas características de resistencia al agua, a los insectos (termitas y gorgojos), sus pesos, dureza tiempo de vida, etc. Las maderas que se utilizaban en los exteriores, debían ser resistentes al sol, el viento y las lluvias; es decir, a la intemperie. El maestro constructor, aunque por lo general correspondía al mismo colono interesado, conocía claramente las características de la madera. 

 

Las maderas para aserrar se cortaban en la mañana y en menguante. El colono aprendió que la palma de iraca y la guadua que se cortan en cuarto de menguante llegaban a durar de 60 a 70 años. En la construcción de vivienda se requería, y así se disponía del conocimiento mínimo de 50 especies y una gran cantidad de variedades de la misma. Así mismo, se utilizaron numerosas especies y una gran cantidad de variedades de la misma. Así mismo, se utilizaron numerosas especies para fabricar trapiches, para hacer cucharas, como el chagualo o cucharo; para hacer bateas, como el guimaro y el higuerón; para hacer platos, el arenillo y el cedro. Para la fabricación de muebles se utilizó el cedro y el medio comino y así mismo para construir puertas. Las maderas duras, como el trapichero y el yumbá, se usaron para fabricar cabos de herramientas y piezas especiales. El arenillo negro es tan fino que se utilizó para hacer trompos para que jugaran los muchachos, y el guayacán amarillo sirvió para hacer perreros y bastones (o bordones).

 

Con estos antecedentes sobre las construcciones de vivienda en la entonces despoblada zona rural, podemos abordar las incipientes construcciones del recién fundado pueblo. La primera casa fue construida por Paulino Marín, en el lugar que hoy ocupa el teatro Damasco. Estas construcciones combinaban los materiales y las técnicas traídas por los colonos, que se construían en casas de bahareque y techo de astillas de madera. 

 

El plano del municipio fue elaborado bajo la dirección de Julio Fernández Medina, cuyo modelo había copiado del pueblo francés La Esneda, visitado por él, y el cual agradó tanto por la amplitud de sus calles y la perfección de sus manzanas en cuadrícula, que quiso hacer de Restrepo, como así consta en la escritura de fundación, un pequeño parís. Las manzanas, cuadrados perfectos de 50 x 50 metros, divididas en cuatro lotes de 25 x 25 metros, se fueron construyendo lentamente con las bases arquitectónicas típicas del colono: la tradicional casa en bahareque y techo de madera astillada. Con el tiempo, la armonía geométrica propuesta por el fundador empezó a desaparecer, Algunas aproximaciones al territorio del actual Restrepo pueden evidenciarse en los testamentos de los antiguos propietarios de las haciendas, por ejemplo, en el caso de Mulaló. Hacia 1736 éste figura en el testamento de Nicolás de Caicedo Hinestroza como tierras que "corren desde la punta que está delante de la estancia que fue de Pedro de Álvarez hasta el portachuelo de Vijes, y del río Cauca hasta la sierra alta, incluso el valle de Santa Inés en que los indios de Yumbo pretenden tener derecho..."También el potrero de Mulaló de la otra de la otra banda del Cauca. La hacienda tenía un horno de cal, casas y ganados. 

 

Igualmente la hacienda de papagayeros parece hacer referencia al territorio de Restrepo. Esta figura así mismo en el testamento de Nicolás de Caicedo Hinestroza, donde se mencionan tierras de la Burrera, Santa Ana, Altos Quiguata, por quebrada Honda arriba, y las tierras llamadas Cimarronas, Algodonal, Chancos y la loma llamada de Zabaletas "...incluyéndose el espinal del Dagua y aunque don Nicolás Serrano pretende derecho, alguna parte de estas tierras no le tocan porque sólo tiene derecho a una legua de tierra que corre desde el paso que llaman de la cocinera hasta el corral de Dagua..." El yerno de Caicedo, Juan Antonio de la Llera y el hijo que lo sucedió en el alferazgo, Nicolás de Caicedo Jiménez, heredaron estas tierras de por mitad pero en 1754 de la Llera vende por 2.00 patacones las tierras "...que están y se comprenden desde las tierras de tocotá hasta los Chancos..." al doctor Andrés de Saa, presbítero, al doctor Francisco García y al doctor Antonio García, reservando dos pedazos de la loma de zabaletas. Los compradores debían reconocer censos por la totalidad del precio de venta.

 

Hacia diciembre de 1763, don Luís de Echeverri, marido de doña teresa de la Llera y Gómez, declara que entre las tierras de papagayeros que había heredado su suegro junto con don Nicolás de Caicedo Jiménez se comprendían "Sobras" adjudicadas por el gobernador de Popayán, Gabriel Díaz de la Cueva, el 17 de octubre de 1673. A la muerte de Antonio de la Llera, lo que le quedaba de estas tierras pasó a sus hijas, casadas con Echeverri y con don Manuel de Caicedo. Caicedo Jiménez fue sucedido por el maestre de campo y nuevo alférez real, Manuel de Caicedo Jiménez. Este último sostuvo pleitos con don Manuel de la Puente por las tierras del sitio de las Puntas; Echeverri se suma como parte.

 

Otra de las referencias hace mención con la hacienda de Tapias, la cual aparece mencionada en el testamento de Nicolás de Caicedo Hinestroza, "...en que está fundado trapiche, negros esclavos, ganado vacunos, yeguas, mulas, caballos y burros, herramientas, cañaduzales, casas de vivienda y ramada de trapiche, fondos y demás aperos, como asimismo el derecho de Guaba y Ilama y Mozambique ..." También en el valle de las tapias había media legua de tierra perteneciente a los herederos de Antonio Moyano, llamada sitio de Acache. Otro pedazo pertenecía a Pascual Supía, indio de la corona, "...desde la quebradita que está a la entrada hasta otra quebrada que está más adelante, camino real que va a Papagayeros..." correlación de fuerzas, donde los sectores populares tuvieron enormes posibilidades de expresión y presión.

 

Contradictoriamente, las poblaciones nuevas expresaban la fortaleza de los sectores mayoritarios; no obstante, se convirtieron paulatinamente en nuevos espacios de dominación de los sectores tradicionales y de los sectores sociales en ascenso que se promovían al poder. Cabe anotar, sin embargo, que de ninguna manera podría hablarse de "homogeneidad" cultural hoy día en el departamento del Valle del Cauca, pues ya a principio del siglo XX, habrían de despertarse serias contradicciones, generadas a partir de la identidad y las relaciones con el poder de los colonos antioqueños y la idiosincrasia misma vallecaucana. 

 

En todo caso, la dinámica del incipiente desarrollo durante el siglo XIX se evidenció notoriamente en el plan del valle del Cauca, aunque los linderos de las grandes haciendas se prolongaran hasta bien adentro de la cordillera Occidental. Estos territorios, "despoblados" hasta finales del siglo, no tuvieron una acción directa por parte de los hacendados; pero, en cambio, cuando estas zonas empezaron a ser colonizadas por los grupos de colonos de origen antioqueño, despertaron el creciente interés en aquellos que alegaron ser sus dueños. 

 

De todas maneras, mientras en el valle geográfico del río Cauca se perfilaba las formas de desarrollo socioeconómico ya descritas, conviene preguntarnos, qué ocurriría entre tanto en la cordillera, tan cercana al valle y además con tan poca elevación, y por qué no estuvo despoblada desde la colonia hasta, incluso, bien entrado el siglo XX, entre 1890 y 1910. La explicación se ha hecho evidente a lo largo de las descripciones que hemos desarrollado, y es que los hacendados se interesaron particularmente en la importancia que a nivel de explotación en todas sus formas brindaba la tierra. Las haciendas, como se ha dicho, internaban sus límites hasta las cimas de la cordillera, pero las tierras de explotación correspondían básicamente a las del plan. Con el fraccionamiento posterior de la hacienda, por heredad o por venta, es que las tierras, incultas hasta entonces, ganan importancia en los nuevos propietarios. 

 

Así, el actual Restrepo vino a construirse en tierras de la hacienda Ilama (cuyo nombre no proviene de la lengua Calima, como en muchos trabajos se hace creer al decir de la vieja Ilama; esta es posiblemente una palabra yanacona, traída por las huestes de Sebastián de Belalcázar o por los mismos yanaconas que constituían sus informantes), que se extendía desde el municipio de Vijes y abarcaba gran parte de la cordillera. En efecto, ya en 1890, Delfín Izquierdo pedía al juzgado del Circuito de Cali la expedición de una copia de "las siguientes piezas: encabezamiento y parte final de la exposición de agrimensor del terreno de Pavas, Tapias y Guaba" como partes éstas de su herencia. 

 

La copia solicitada refería la petición de la siguiente forma: "Señores jueces árbitros. El infrascrito, en su calidad de agrimensor, nombrado por la Junta de Comuneros de los terrenos denominados "Tapias", "Guaba", "Esneda", en su sesión del día cuatro de febrero de 1888 procede a extender la diligencia... sobre las operaciones ejecutadas con respecto a la medida, división, adjudicación sobre los diferentes codueños expresados Lote de Delfín Izquierdo. Los derechos que este señor tiene en el terreno dividido valen dos mil noventa y cinco pesos, seiscientos ocho milésimos y para su pago se le han adjudicado en terreno de distintos valores, mil trescientas ochenta y un hectáreas, dos mil treinta metros cuadrados, en la forma que sigue: primer lote en el valle de Ilama y montañas vecinas, se deslinda así : por el Este, la línea que separa a Manuel Montenegro desde de alto del Porvenir hasta el vértice del ángulo, que separa a dicho Montenegro de Izquierdo ; y de este punto hacia Palosolo hasta llegar a la cima de cuchilla que vierte aguas hacia el valle del Tambor, previas la deducción y el aumento que en los lados de dicho ángulo se encuentran según se advirtió al deslindar a Montenegro. El lado occidental lo forma una línea NS que se ha trazado sobre un mojón que da sobre el camino de la Esneda, cien metros a la salida de la "Boca de Ilama", el extremo Norte de dicha línea se extiende desde el terreno de calima y el extremo su hasta tocar el lote de Demetrio Barona. El lado Norte del lote la línea que separa el terreno dividido del de Calima; y el lado Sur, la cuchilla que limita el valle de Ilama, aguas vertientes hacia el Tambor. Dentro de este lote quedan encerradas ocho hectáreas deslindadas pertenecientes a Demetrio Barona. El segundo lote forma un pastelito que queda al pie de la montaña, compuesto de tres hectáreas, dos mil quinientos metros cuadrados, dentro de un cuadrilátero cuyo costado sur mide doscientos metros, el Norte, ciento noventa, el este, ciento cuarenta, y el Oeste, ciento treinta. Está atravesado por el camino que sigue para El Espinal, perteneciente a dicho Izquierdo... El tercer lote en el centro de la montaña en el sitio llamado Desengaño, a mil doscientos metros del valle en la falda de la cuchilla por donde pasa el camino del Espinal... 

 

Así, en julio de 1890, el ingeniero agrimensor, Eduardo Espinosa, concluía el informe, agregando un plano en el que demarcaba el deslinde. El Tribunal de Arbitramento había hallado satisfactorio el documento, y conforme a las leyes lo aprobaba en todas sus partes, cuya denominación aparecía como el fundo de Las Tapias, Esneda y San José. En mayo de 1894, Delfín Izquierdo resuelve vender la hacienda, denominada entonces Ilama, a José María Zapata. Esta presentaba los mismos linderos, aunque ya con especificaciones diferentes en torno a sus vecinos.

 

En la escritura se da por entendido que la hacienda pertenece o se halla en el distrito municipal de Vijes, provincia de Cali,

cuyas tierras lindaban con, al norte, con las tierras baldías de la nación y las de la hacienda Calima; al sur con las propiedades de Demetrio Barona; al oriente con las tierras de los herederos de Manuel Montenegro, y al occidente con las tierras de la "Finca" Los Arbolitos, que igualmente pertenecía a Demetrio Barona. 

 

Delfín Izquierdo aseguraba haber fundado la hacienda con "su propio peculio y trabajo personal" en virtud de los derechos en las tierras comuneras de las Tapias y que había comprado a Rafael Nieva y Miguel Antonio Restrepo. 

 

El deslinde solicitado por Delfín Izquierdo no conllevaba, como se ha visto, otro objetivo que la venta de la hacienda, la cual duró poco tiempo en manos de los nuevos propietarios, pues pronto pasaría a sus herederos directos. En efecto, la hacienda Ilama, adquirida en 1894 por José María Zapata, a Delfín Izquierdo, que no tenía ningún parentesco con la esposa del comprador, por la suma de 16.000 pesos, fue repartida entre sus hijos, hacia 1897, como lo atestigua el documento de petición.

 

"Fuente: www.restrepovalle.gov.co"

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